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Editorial: El pueblo colombiano no está dispuesto a soportar una nueva decepción


En julio de 2014, la Red Nacional de Programas Regionales de Desarrollo y Paz, la Red de Iniciativas y Comunidades de Paz desde la Base, promovida por Pensamiento y Acción Social –PAS- y la Ruta Pacífica de las Mujeres, decidimos iniciar un recorrido por el territorio nacional convocando a distintos actores de las regiones a participar de los 12 Encuentros Regionales para la Paz, una iniciativa de la sociedad civil que busca fomentar el diálogo social y la participación ciudadana en el marco del actual proceso de paz. Para ello, contamos con el apoyo decidido de la Oficina del Alto Comisionado y de las embajadas de Suecia, Suiza y Noruega.


Una primera decisión importante era dónde íbamos a realizar los Encuentros, y coincidimos en hacerlos en aquellos territorios de la geografía nacional afectados por el conflicto armado: Quibdó, Puerto Asís, Sincelejo, Granada, Popayán, Florencia, Barrancabermeja, Chaparral, Tame, Tibú, Tumaco y Apartadó.


Los Encuentros son un medio para explorar las vías territoriales hacia la paz y continuar un proceso de construcción «de abajo hacia arriba» que permita la interacción entre comunidades y organizaciones sociales, movimientos políticos, instituciones y gobiernos locales, sector privado, iglesias, academia y medios de comunicación para hacer realidad la paz territorial y la paz de Colombia.


Desde el comienzo tuvimos conciencia de que los Encuentros no podían convertirse en un evento más y la única posibilidad de que así no ocurriera era enmarcarlos en procesos territoriales. Por esta razón ha sido fundamental trabajar en estrecha colaboración con nuestros aliados territoriales, porque con ello aseguramos una efectiva y cualificada convocatoria y que los resultados de cada Encuentro no se diluyan en el tiempo y en el espacio.


En tal sentido el enfoque metodológico parte de reconocer a los actores relevantes, los procesos sociales y políticos que representan, y sus agendas. Ese es el factor que permite que la información suministrada por la Oficina del Alto Comisionado dialogue con las preocupaciones y expectativas territoriales respecto del proceso de paz que se adelanta en La Habana.


Se puede afirmar que la constante que resaltó en los 12 Encuentros Regionales para la Paz que realizamos es la gran desinformación que existe en los territorios sobre el proceso de paz y los acuerdos hasta ahora logrados. No es suficiente con que estén publicados e incluso ser accesibles. No pareciera existir una preocupación social por conocer el contenido y discutir sus alcances. No obstante, la convocatoria ha tenido gran acogida y el grado de incertidumbre se puede medir por el altísimo número de preguntas que se le formulan a la Oficina del Alto Comisionado.


Y justamente allí radica la importancia de los Encuentros. Porque además de entregar y recibir información valiosa sobre el proceso de paz, hemos tenido la oportunidad de conocer las inquietudes y temores que asaltan a las comunidades en sus territorios: ¿Se van a desmovilizar las FARC? ¿De dónde van a salir los recursos para el posconflicto? ¿Qué va a pasar con los territorios étnicos? ¿Quién va a proteger a las comunidades? ¿Qué penas van a recibir los violadores de los derechos humanos?

Pero en la medida que la información suministrada y las respuestas a los interrogantes pretenden disminuir la incertidumbre y el escepticismo, también es cierto que por esa misma razón crecen las expectativas. Y de eso se trata. De imaginarnos colectivamente cómo sería el territorio si le pusiéramos fin a la confrontación armada y nos pudiéramos ocupar entre todos de construir condiciones para el desarrollo sostenible y el bienestar de la sociedad.


Por eso resulta tan sensible y trascendental los pasos que sigan. El pueblo colombiano no está dispuesto a soportar una nueva decepción, más frustraciones y el incumplimiento sistemático de todos los compromisos. Por eso creer en este proceso de paz es tan difícil. No existen referentes ni indicios que permitan pensar que ahora sí vamos por buen camino.


La Oficina del Alto Comisionado no sólo está cumpliendo una importante labor de dar a conocer, de socializar el proceso y los acuerdos que se han construido en La Habana, sino que tiene una percepción directa tanto de las preocupaciones como de las expectativas de los territorios. Es un insumo vital para diseñar la siguiente fase: la implementación de acuerdos.


Pensamos que es estratégico que el reconocimiento de los procesos sociales, las agendas y los actores en cada territorio sean la base para establecer mecanismos plurales de coordinación y articulación que permitan desarrollar proyectos, planes e iniciativas para materializar la paz territorial, pero sobre la base de acuerdos o pactos regionales que se constituyan en el criterio de lo que va y lo que no va.


Nada peor que ahora se comience a financiar a diestra y siniestra cualquier tipo de iniciativa sin tener claridad sobre la visión de desarrollo y de paz a la que apunta, generando nuevas conflictividades y sin resolver las causas que dieron origen al conflicto que ahora debemos resolver. Si algo importante tiene los acuerdos de La Habana y los Encuentros Regionales es que ponen el énfasis en la participación ciudadana. Y no es para menos: es la condición de una transformación democrática y de lograr una paz sostenible.

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